miércoles, 22 de mayo de 2013

La Historia de Un Torero



Ayer Olivia me alegró la tarde con una grandiosa canción. Que llevo escuchando y tarareando desde entonces. Además de parecer un poco tarada sonriendo por la calle, mis neuronas aplatanadas desde hacía tiempo se han activado y aquí estoy.




Como estamos en plena temporada taurina me ha venido a la cabeza la historia de un torero, una historia que siempre he querido plasmar en letras pero nunca supe cómo.

Un torero, pero no de los que vemos en el albero de las plazas delante de un morlaco de 600 kg, este es un torero de asfalto, su plaza es la ciudad y sus toros son las mujeres

Ahora estoy viendo la faena desde la barrera del tendido 8, con la perspectiva que el tiempo regala.

Este torero es ingenioso con el capote, sublime con la muleta y certero con el estoque.

Ingenioso porque hace creativas peripecias para que fijes por un instante tus ojos en él. Ése maldito momento en el que de camino a la barra de aquella boda finge que te has chocado con él y capta tu atención, ése, es el comienzo del fin.

Sublime porque sabe cómo manejar la situación de forma descarada, arriesgada pero insultantemente elegante y divertida. Elige el momento perfecto para volver a aparecer, ese endiablado septiembre tres meses después del choque frontal y con la guardia baja, ése, es el momento perfecto.

Pero en esta parte de la faena no todo es mérito del torero, tuvo suerte, porque tenía delante a un toro con casta, bravo,  un toro 
entregado que tenía metido en la muleta.

Y es que, aunque al principio yo no estaba precisamente interesada en él, me dejé llevar y dejé que él se colara hasta la cocina, con sus llamadas desde el campo por las tardes, con sus mensajes por las mañanas, con sus bromas a medio día… y todo esto durante muchos días y algún mes, y sin vernos porque él estaba disfrutando de sus días como más le gusta, en el campo.
Y llegó la hora de que volviera de su reclusión campera, llegó el momento del cara a cara, y de acabar con la poca resistencia que quedaba, si es que quedaba algo…

Certero porque en el mejor momento, en el punto álgido de la faena, saca el estoque y zás! Todo acaba, una estocada limpia, sin previo aviso, el toro cae desplomado al instante.

Él consiguió su objetivo, enamorar a aquella sonrisa que se resistía a tener dueño, para ser exactos, que no tenía ningún interés en que él fuera su dueño. Consiguió que nunca se me olvide la primera vez que me besó, consiguió convertirse en el que, a día de hoy sigo pensando que, es el hombre de mi vida.

Una vez conseguido el trofeo,  ya no hay nada más que hacer. Excepto llamar al taxidermista, colgar el trofeo en la pared, y de año en año acordarse de ella, aparecer, poner todo patas arriba otra vez, llenarlo todo de mentiras disfrazadas de ilusiones y volver a salir por donde entró.....




....Y ahora al final de la corrida, estoy saliendo de la plaza, sonriendo, porque recordar esto ya no me duele.
Porque el tiempo además de regalar perspectiva, también regala “olvido” entre comillas.


Torero brindando la faena


Y de repente aparece Olivia con su canción, y estoy tarareándola en el autobús y sonriendo al personal, acordándome de él. Porque como soy testaruda y sobre todo muy fantasiosa me divierte extremadamente pensar en que podría darse la remota posibilidad de que al torero de asfalto se le crucen los cables, pierda el sentido común y decida indultar el toro…


Valentina